<$BlogRSDURL$>

martes, octubre 26, 2004

 

Cifras y letras

Cuando se puede medir aquello de lo que se habla y se puede expresar en números, se conoce algo acerca de ello.
Lord Kelvin




Por eso yo sé tan pocas cosas... Y por eso me gusta escribir: porque con las letras, lo que no sé, me lo invento.


viernes, octubre 22, 2004

 

R.I.P.




Me gustaría poder decir unas palabras antes de ejecutar tu condena a muerte, pero lo cierto es que estoy demasiado contento como para detenerme a pensar en eso ahora. Y no quiero decir con esto que no te esté agradecido por todo lo que has hecho por mí. Al contrario. Te lo agradeceré siempre, pero llegó el momento de prescindir de tus servicios. Y no me temblará el pulso.

Si te sirve de consuelo, a tu sustituto le exigiré mucho más que a ti y, sinceramente, no le auguro una vida tan larga como la que has tenido tú.

Espero que comprendas que no es nada personal. Es ley de vida.

Hasta siempre, modem 56 kbps.


domingo, octubre 17, 2004

 

Midas

Qué se te pasará por la cabeza. Me gustaría saberlo. Qué se te pasará por la cabeza cuando escupes veneno, cuando mientes, cuando engañas. Cuando te escudas detrás de los inocentes, de los indefensos, de los débiles...

Me gustaría saber qué se te pasó por la cabeza cuando empuñaste el cuchillo, el que poco antes te había servido para pelar y cortar unas patatas, y amenazaste con herirte primero y con herirnos después. ¿De veras pensabas utilizarlo? No, estoy convencido de que no. Sólo era parte del papel que representas desde hace tiempo. Como aquel actor que murió convencido de ser un vampiro, tú vives en tu mundo de mentiras y persecuciones.

Eres una especie de Reina Midas de la miseria: todo lo que tocas lo conviertes en mierda. Eres una plaga bíblica, eres lepra en piel de niño, eres aire viciado, eres hedor y podredumbre.

Hace días te escribí algo y, pensé que quizá hubiera sido demasiado duro. Pero no. Si algo fui, es magnánimo. Pero el odio que hoy exudabas por cada centímetro de tu ser me ha hecho reconsiderar mi postura. Así que, además de reafirmarme en cada una de las palabras del otro día, añadiré algo más. Ojalá tu vida sea larga, muy muy larga. Ojalá sientas como tu espalda se encorva y tus huesos se conviertan en cristal. Y tus ojos se nublen. Y tu oido no responda.

Pero que vivas muchos años... Sola.


domingo, octubre 10, 2004

 

Su pedido

Una lengua de aire frío que estaba agazapada detrás de uno de los coches aparcados en la acera aprovechó que aquel hombre abría la puerta para colarse en el local.

Al oir el chirrido, Rob se giró instintivamente hacia la puerta y vio cómo aquel hombre avanzaba hacia la barra. Era un tipo grande, debería rondar los dos metros y los cien kilos. Llevaba un puro en la boca y una carpeta de pinza en la mano. Vestía unos pantalones de color azul, igual que la gorra, y una camisa que, en origen, sería blanca. Ahora más bien tenía el color de las nubes que iban a empezar a escupir lluvia en cualquier momento. En la puerta, con la gorra azul calada hasta las cejas, otro tipo con el mismo uniforme pero mucho menos voluminoso, esperaba con las manos en los bolsillos.

- Hola. ¿Es usted -hizo una pausa para mirar en uno de los albaranes- Robert E. Roberts?
- No tiene pinta de ser de hacienda -dijo Rob poniéndose el paño sobre el hombro izquierdo- así que responderé que sí.
- Muy bien. En ese caso, si me firma aquí entraré el pedido -y le extendió la carpeta señalándole con un bolígrafo el lugar donde debía firmar.

Rob posó la mirada en el fino papel rosáceo unos segundos. Después elevó lentamente la vista hacia la cara de aquel tipo.

- Dime, Danny. Porque, a no ser que el bordado de tu camisa mienta, te llamas así. ¿Cierto?
- Así es.
- Bien... ¿Qué coño se supone que vas a entrar?
- Pues el pedido que hizo a Productos Avícolas Mackenzie.
- ¿Qué? -respondió atónito Rob-. Yo no he pedido nada.
- Pues habrá sido su socio. Yo qué sé.
- No amigo, no tengo socio. Es mi bar y soy yo el que se encarga de los pedidos. Y le digo que no he encargado nada a esa empresa.
- Mire... amigo -dijo acercándose a Rob mientras se sacaba lentamente el puro a medio consumir de la boca-. No me toque los huevos. Éste es su nombre, ésta es la dirección de su bar y yo tengo doscientos pollos en el camión frigorífico que son suyos. Así que firme el puto albarán de entrega y no me toque más las pelotas. ¿Entendido?

Las siete personas que en ese momento había dentro del local guardaban silencio y presenciaban la escena con atención.

- ¿Y para qué cojones se supone que voy a querer yo doscientos pollos? ¿No ve que esto es un bar?
- ¿Y a mí qué me importa? A mí como si hace el día del pollo y lo regala con cada cerveza. Sea bueno. Vaya firmando mientras voy metiendo las cajas - y diciendo eso se giró y se dirijió hacia la puerta.

Rob no sabía qué hacer. Él no había hecho el pedido, de eso estaba seguro. No estaba dispuesto a que le inundaran su bar de pollos, así que salió de detrás de la barra y se precipitó sobre la puerta.


Al salir no había ningún camión ni doscientos pollos. Lo que sí había era un tipo que se estaba retorciendo de risa. Era el tipo del uniforme que se había quedado en la puerta, y que antes no reconoció.

- Serás...
- ¡Dios! ha sido genial. Tendrías que haberte visto el careto -Matt hablaba entre carcajadas-.
- Eres un cabrón. ¿Lo sabías? -a Rob el color ya empezaba a volverle al rostro-.
- Bueno, trato de no hacer mucho caso a las habladurías de la gente, pero algo me habían comentado ya. Te presento a John, el que me ha ayudado con la broma- Rob estrechó la mano de John que tenía una sonrisa culpable en la cara-.
- Vale me habéis pillado. Lo reconozco.
- Venga -dijo Matt secándose las lágrimas que la risa le había provocado-. Cierra el bar que nos vamos.
- ¿Cerrarlo? ¿Por qué?
- Porque es tu cumpleaños.
- ¿Y?
- Y que tengo dos entradas para ver a los Jets contra los Eagles y, fíjate por dónde, una es para ti, socio.
- Pero... Hay gente.
- Si quieres entra "Andy" y les invita amablemente a que salgan -Matt inclinó la cabeza apuntando hacia John-.
-No, deja -Rob sonrió- ya lo hago yo. Dame diez minutos.
-Que sean cinco, que tengo que ir a casa a cambiarme.

Rob entró en el bar. Al poco tiempo empezó a salir gente y el luminoso se apagó.




Feliz cumpleaños, amigo :)

Anteriormente Matt y Rob ya estuvieron por aquí...

miércoles, octubre 06, 2004

 

Requiem for a dream




Se abrazaron y se besaron.
Y el uno arrinconó la oscuridad del otro, creyendo en la luz del otro, creyendo en el sueño del otro.




lunes, octubre 04, 2004

 

Un día cualquiera

Un día amanecerá como tantos otros días. Te despertarás después de una larga noche de sueños intranquilos y saldrás de la cama para prepararte el desayuno.

El suelo intentará apartarse para no tener que sentir tus pies sobre él y la puerta se cerrará tras de ti intentando así proteger al dormitorio de tu presencia. Escucharás el crujido de la madera de los muebles que se esfuerzan en darte la espalda para no tener que ver el gesto histriónico que el odio cinceló en tu rostro.

Abrirás la llave del gas que, entre susurros maldecirá por no poder prenderte fuego y calcinarte. Lo encenderás con una cerilla que preferirá apagarse ella misma antes que tener que notar tu aliento sobre ella y pondrás la cafetera a calentar.

Y mientras esperas, mirarás a tu alrededor y te verás sola. Nadie te dirá buenos días, ni sentirás el calor de un beso en la mejilla. Tampoco el teléfono sonará para traerte una voz que acalle tu conciencia.




Entonces el silencio se hará insoportable; ese pitido apenas perceptible taladrará tus sienes mientras los remordimientos te arañan por dentro, repitiéndote una y otra vez todo el mal que has hecho. Gritarás tapándote los oídos con las manos y caerás al suelo hincándote de rodillas pidiéndole a Dios que todo cese. Le suplicarás ayuda a ese Dios que, de existir, habrá vomitado cada vez que Su nombre salía por tu boca que impregna todo con ponzoña.

La cafetera se reirá de ti con desprecio lanzando el café a borbotones sobre el fuego y tú, tirada en el suelo, te retorcerás de angustia y llorarás mientras gritas con todas tus fuerzas que ojalá no hubieras nacido.

Y será ese día que amanecerá como tantos otros en el que empezarás a pagar por todo lo que has hecho. Y la sentencia será cadena perpetua.

viernes, octubre 01, 2004

 

Otoño

Ahora que el Sol se lleva el día más allá del horizonte y deja el cielo incendiado de rojo y púrpura; ahora que la brisa hace cosquillas a las olas acariciando sus crestas; ahora que las sombras crecen hasta engullirlo todo, intento recordar cuándo perdí el rumbo.

Elevo la mirada hasta el firmamento, pero por más que busco el norte, no lo encuentro. Polaris se apagó hace mucho tiempo para mí. Y por más que escudriño la negra oscuridad que decora todo, no te veo, no veo tu luz, no veo tus ojos.

Mi brújula gira sin parar, desvariada, torturada, frenética. Tampoco hay mapas ni cartas de navegación, ni planos... Nada. Y mis velas no son más que jirones de tela, trapos deshilachados por las tempestades a los que ni el viento quiere escuchar cómo se lamentan. A la deriva, prisionero de una calma chicha perenne y exasperante estoy.

No sé dónde me encuentro ni hacia dónde me dirijo y, si lo supiera, no creo que pudiera hallar la forma ni de escapar de aquí ni de llegar a cualquier lado. Tampoco sé cuánto llevo así, perdí la cuenta y el Tiempo ya se ríe de mí.

Tan sólo una cosa tengo clara. Es Otoño. Siempre es Otoño...






This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.