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domingo, mayo 28, 2006

 

Smoke on the water...



...and fire in the sky

sábado, mayo 13, 2006

 

Ateuchus sacer

El autocar se detuvo bruscamente. El frenazo sacó a Ricardo de un golpe del hermoso sueño que estaba teniendo.

- ¿Ya hemos llegado?
- Sí, Bella durmiente -respondió Javi, su compañero de asiento, poniéndose en pie para coger su mochila de la bandeja superior.
- ¿De quién fue la idea de venir aquí? -preguntó Ricardo estirándose aun sentado.
- De Miguel.
- ¡Miguel!
- No chilles, coño. Que estoy detrás de ti -le contestó mientras le calaba la gorra hasta la nariz-. Que nos tienen que conocer siempre a los españoles por ir armando escándalo.
- Vale, ya me callo, pero la próxima vez elijo yo el destino de las vacaciones. Porque a mi esto de levantarse a las cuatro de la mañana para ir a ver pedruscos...
- ¡Pero qué atrevida es la ignorancia! -terció José-. Y venga, menos cháchara que ya está todo el mundo abajo menos nosotros. Hasta Nacho ha bajado ya...

Al bajar, vieron a Nacho y al resto de pasajeros perfectamente colocados en semicírculo escuchando en silencio al guía. Justo cuando se acercaban el guía echó a caminar y los demás le siguieron.

- Oye Nacho ¿Qué ha dicho? -preguntó Miguel en voz baja.
- No tengo ni idea. Yo le estaba mirando las tetas a la italiana rubita.
- Joder, tronco. No se os puede sacar de casa...
- Que sí me he enterado, coño -respondió ofendido-. Ha dicho que la grande, que es la que vamos a visitar, mide ciento y pico metros, que la meseta está a no se cuantos metros sobre el nivel del mar y que data del dos mil y pico antes de Cristo.
- Sí, ya veo. Te has enterado de cojones -dijo Miguel.
- Pero ¿A que nos puedes decir la talla de sujetador de la italiana? -preguntó Javi.
- Tiene una 95, copa B. Y la amiga una 90 -respondió.

Las pirámides se alzaban orgullosas sabedoras de ser el centro de todas las miradas, excepto las de Nacho. Plantadas ahí, aparentemente en mitad de la nada, miraban de reojo cómo El Cairo se las aproximaba lentamente.

- Joder, qué puto calor.
- Pues imagina, Ricardito, que en lugar de madrugar hubieramos venido cuando tú te hubieras despertado por voluntad propia -replicó Javi.
- Con lo bien que se estaría ahora en un hotel de Punta Cana, con la pulserita de "todo incluido", viendo nenitas en bikini...
- Chicos -interrumpió Miguel - recordadme que para el próximo viaje se me olvide avisar a Ricardo.

De repente, Miguel se separó del camino un par de metros, se agachó y volvió al grupo con algo azul en la mano.

- Mirad -les dijo al tiempo que les mostraba su hallazgo en la palma de la mano.
- ¿Qué es eso? -preguntó Ricardo.
- Un escarabajo. Un amuleto egipcio -respondió Nacho-. ¿ No es así, Miguel?
Miguel sonrió y negó con la cabeza.
- No. Esto son risas. Muchas risas. Carcajadas apagadas con la almohada en mitad de la noche. Son conversaciones que empiezan después de la cena y acaban a la hora del desayuno. Son confidencias. Son fotos. Son dibujos. Son bromas. Son recuerdos...

Todos callaban y se miraban unos a otros, hasta que Ricardo abrió la boca.

- Lo sabía. Sabía que tanto madrugón y tanto sol en la cabeza no podía ser bueno, y a éste ya se le ha ido la pinza.
- Vale, sí, para vosotros será un escarabajo, pero para mí es más -reconoció Miguel sonriendo y jugueteando con la pequeña talla azulada-. ¿Lo queréis?
- ¿No lo quieres tú? -preguntaron casi al unísono.
- No. El que tengo en mi casa es mucho mejor.



Feliz cumpleaños, Cansaliebres.

jueves, mayo 04, 2006

 

Cerrando círculos

Volví. Pero tú no estabas; hace tiempo ya que no estás.
Las paredes me observaron extrañadas. Noté como la casa se encogía y me preguntaba susurrante qué hacía allí. No supe responder.
Me refugié en la risa, como siempre. Pero cuando el público abandonó la sala y las luces se apagaron, cuando de fondo solo se escuchaba el mar repitiendo incansable tu nombre, sentado en el mismo sofá, me quité la careta.
Y en la misma cama, que tenía el tamaño de siempre pero era más grande que nunca, ocupé el mismo lugar y dormí de espaldas a tu recuerdo.



Al despertar comprendí por qué el asesino siempre regresa al lugar del crimen.

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