martes, abril 27, 2004
Ponme otra (2ª parte)
Éste texto está dedicado a mi amigo Ramón. Gracias por todo socio.
Matt parpadeó un par de veces antes de maldecir en murmullos a la selección aleatoria de discos y darse cuenta de que su vaso estaba vacío.
- Eh, señor camarero. Mi vaso está vacío y el suyo también.
- Eso tiene arreglo - replicó Rob mientras inclinaba de nuevo la botella - ¿Otro brindis?
- Sí. Vamos a brindar por las máquinas tocapelotas.
- Salud.
Después de dos tragos, el tercero ya no le pareció tan abrasivo para su garganta. Mientras le hacía señas para que rellenara de nuevo los vasos le preguntó:
- Oye Rob, ¿desde cuando nos conocemos?
- Desde hace tiempo. El suficiente para saber que tres vasos de bourbon son bastantes para que te empiecen a patinar las erres al hablar.
- Vamos, contesta.
- Veamos: la extinción de los dinosaurios fue hace...
- Desde luego no sé como estás trabajando de camarero pudiéndote ganar la vida de humorista en Broadway...
- Dos años, puede que algo más. Un día entraste con alguien, te serví una cerveza y me fije en que no paraste de bromear en todo el tiempo. Pensé que debías ser un buen tipo, y no creo haberme equivocado.
- ¿Y por qué los buenos tipos como nosotros tenemos tan mala suerte?
- La mala suerte no existe. O tienes suerte o no la tienes, pero el concepto mala suerte es incongruente.
- ¡Me cago en mi vida! A ver si ahora resulta que eres Doctor en Literatura por la universidad Jack Daniel's de Tennessee.
- ¡Eh! Que yo leo mucho. Soy un camarero con inquietudes.
- Pues entonces, dime: ¿por qué todo me va de culo?
Los agudos de los Skyliners treparon hasta el amarillento techo del bar y se desvanecieron lentamente dando paso a You can´t always get what you want, de Sus Satanicas Majestades.
- Mira - dijo Rob señalando a la máquina de discos con la mirada - ahí tienes a los Rolling Stones dándote la respuesta.
- Oye, no tendrás un puto mando a distancia ahí escondido y vas poniendo las canciones que te salen de las pelotas, ¿no?
- Hay que ver que mal hablas cuando te emborrachas.
- Pues brindemos una vez más por todas las cosas que quiero y que jamás tendré.
- Brindemos pues.
Rob rellenó una vez más los vasos, brindaron y tragaron otra dosis de bourbon.
- Estoy empezando a cogerle el gustillo a esto del bourbon.
- Sí, eso dice tu mirada vidriosa. Si no te importa voy a ir recogiendo un poco para cerrar.
- No, no me importa, pero déjame la botella que quiero seguir pinchándome con las espinas de estas cuatro rosas.
- Socio, sé lo fácil que resulta decir esto y lo jodido que es hacerlo, pero tienes que olvidarla.
- Lo intento Rob, lo intento. Cada jodida noche, cada maldito día, intento sacarla de mi cabeza.
Matt llenó su vaso, dejó la botella sobre la barra y comenzó a pasar el dedo anular por el borde del vaso. Escuchó terminar la canción de los Stones, y sin levantar la vista del vaso, dijo exhalando un suspiro:
- La vida es una puta mierda.
- Matt, tu problema es que siempre esperas demasiado. Esperas tener suerte, esperas que las cosas mejoren, esperas que deje de llover... No esperes nada y nada te desesperará, ese es mi lema. Y deja de beber, porque la respuesta no está en esa botella, está dentro de tu sesera - y dicho esto comenzó a sonar The Police y su Message in a bottle.
Las miradas de ambos se encontraron y después giraron hacia la máquina. Matt se levantó del taburete y bebió de un trago el bourbon que acababa de servirse. Con la verticalidad algo deteriorada caminó hacia la la jukebox y acercando la cara a la pantalla susurro:
- ¿Sabes lo que te digo? Que te jodan - y le propinó una patada que provocó dos cosas: la primera fue su caida al suelo, puesto que perdió el equilibrio, y la segunda fue que la canción saltara y empezara a sonar The End de los Doors.
- Pues mira por donde, el señor Morrison, tiene toda la razón, y ya está bien por hoy - dijo Rob riéndose mientras se acercaba para ayudar a Matt a levantarse. Apagó las luces, salieron a la calle y echó el cierre.
Mientras Rob subía la cremallera de su cazadora Matt se puso muy serio y le dijo:
- Gracias Rob. Gracias por todo.
- Anda - contestó sonriendo - te acompaño a casa.
Cruzaron la calle y el cielo quiso obsequiarles con una fina lluvia. Un perro que andaba revolviendo entre las bolsas de basura levantó un instante la cabeza al escuchar sus pasos, pero los desperdicios le parecieron más interesantes que las dos figuras que se aproximaban. Matt agarró por el brazo a Rob deteniéndole en seco, y mirándole fijamente a los ojos le dijo:
- Rob, o sacas la puta máquina de tu bar o no vuelvo. Creo que me tiene manía.
Las carcajadas de Rob retumbaron en la noche y Matt no pudo evitar que las risas también le contagiaran.
- Ahora que lo dices, no he apagado la jodida máquina. No quiero saber qué canción estará sonando ahora mismo.
- Yo tampoco.
Matt puso su brazo sobre los hombros de Rob y éste correspondió haciendo lo mismo sobre él. La calle volvió a quedarse silenciosa cuando ambos doblaron la esquina y sus pasos se fueron alejando. Mientras tanto, en el bar, Queen cantaban Friends will be friends.
Matt parpadeó un par de veces antes de maldecir en murmullos a la selección aleatoria de discos y darse cuenta de que su vaso estaba vacío.
- Eh, señor camarero. Mi vaso está vacío y el suyo también.
- Eso tiene arreglo - replicó Rob mientras inclinaba de nuevo la botella - ¿Otro brindis?
- Sí. Vamos a brindar por las máquinas tocapelotas.
- Salud.
Después de dos tragos, el tercero ya no le pareció tan abrasivo para su garganta. Mientras le hacía señas para que rellenara de nuevo los vasos le preguntó:
- Oye Rob, ¿desde cuando nos conocemos?
- Desde hace tiempo. El suficiente para saber que tres vasos de bourbon son bastantes para que te empiecen a patinar las erres al hablar.
- Vamos, contesta.
- Veamos: la extinción de los dinosaurios fue hace...
- Desde luego no sé como estás trabajando de camarero pudiéndote ganar la vida de humorista en Broadway...
- Dos años, puede que algo más. Un día entraste con alguien, te serví una cerveza y me fije en que no paraste de bromear en todo el tiempo. Pensé que debías ser un buen tipo, y no creo haberme equivocado.
- ¿Y por qué los buenos tipos como nosotros tenemos tan mala suerte?
- La mala suerte no existe. O tienes suerte o no la tienes, pero el concepto mala suerte es incongruente.
- ¡Me cago en mi vida! A ver si ahora resulta que eres Doctor en Literatura por la universidad Jack Daniel's de Tennessee.
- ¡Eh! Que yo leo mucho. Soy un camarero con inquietudes.
- Pues entonces, dime: ¿por qué todo me va de culo?
Los agudos de los Skyliners treparon hasta el amarillento techo del bar y se desvanecieron lentamente dando paso a You can´t always get what you want, de Sus Satanicas Majestades.
- Mira - dijo Rob señalando a la máquina de discos con la mirada - ahí tienes a los Rolling Stones dándote la respuesta.
- Oye, no tendrás un puto mando a distancia ahí escondido y vas poniendo las canciones que te salen de las pelotas, ¿no?
- Hay que ver que mal hablas cuando te emborrachas.
- Pues brindemos una vez más por todas las cosas que quiero y que jamás tendré.
- Brindemos pues.
Rob rellenó una vez más los vasos, brindaron y tragaron otra dosis de bourbon.
- Estoy empezando a cogerle el gustillo a esto del bourbon.
- Sí, eso dice tu mirada vidriosa. Si no te importa voy a ir recogiendo un poco para cerrar.
- No, no me importa, pero déjame la botella que quiero seguir pinchándome con las espinas de estas cuatro rosas.
- Socio, sé lo fácil que resulta decir esto y lo jodido que es hacerlo, pero tienes que olvidarla.
- Lo intento Rob, lo intento. Cada jodida noche, cada maldito día, intento sacarla de mi cabeza.
Matt llenó su vaso, dejó la botella sobre la barra y comenzó a pasar el dedo anular por el borde del vaso. Escuchó terminar la canción de los Stones, y sin levantar la vista del vaso, dijo exhalando un suspiro:
- La vida es una puta mierda.
- Matt, tu problema es que siempre esperas demasiado. Esperas tener suerte, esperas que las cosas mejoren, esperas que deje de llover... No esperes nada y nada te desesperará, ese es mi lema. Y deja de beber, porque la respuesta no está en esa botella, está dentro de tu sesera - y dicho esto comenzó a sonar The Police y su Message in a bottle.
Las miradas de ambos se encontraron y después giraron hacia la máquina. Matt se levantó del taburete y bebió de un trago el bourbon que acababa de servirse. Con la verticalidad algo deteriorada caminó hacia la la jukebox y acercando la cara a la pantalla susurro:
- ¿Sabes lo que te digo? Que te jodan - y le propinó una patada que provocó dos cosas: la primera fue su caida al suelo, puesto que perdió el equilibrio, y la segunda fue que la canción saltara y empezara a sonar The End de los Doors.
- Pues mira por donde, el señor Morrison, tiene toda la razón, y ya está bien por hoy - dijo Rob riéndose mientras se acercaba para ayudar a Matt a levantarse. Apagó las luces, salieron a la calle y echó el cierre.
Mientras Rob subía la cremallera de su cazadora Matt se puso muy serio y le dijo:
- Gracias Rob. Gracias por todo.
- Anda - contestó sonriendo - te acompaño a casa.
Cruzaron la calle y el cielo quiso obsequiarles con una fina lluvia. Un perro que andaba revolviendo entre las bolsas de basura levantó un instante la cabeza al escuchar sus pasos, pero los desperdicios le parecieron más interesantes que las dos figuras que se aproximaban. Matt agarró por el brazo a Rob deteniéndole en seco, y mirándole fijamente a los ojos le dijo:
- Rob, o sacas la puta máquina de tu bar o no vuelvo. Creo que me tiene manía.
Las carcajadas de Rob retumbaron en la noche y Matt no pudo evitar que las risas también le contagiaran.
- Ahora que lo dices, no he apagado la jodida máquina. No quiero saber qué canción estará sonando ahora mismo.
- Yo tampoco.
Matt puso su brazo sobre los hombros de Rob y éste correspondió haciendo lo mismo sobre él. La calle volvió a quedarse silenciosa cuando ambos doblaron la esquina y sus pasos se fueron alejando. Mientras tanto, en el bar, Queen cantaban Friends will be friends.
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