jueves, mayo 06, 2004
El Beso (1ª parte)
Bueno, esta es el primer texto más o menos largo que escribí. Fue hace un par de años para un programa de radio, pero no les gusto y no lo leyeron en antena. Luego lo subí en la web de una amiga, allí se quedó y yo dejé de escribir.
Hoy lo recupero para mi blog, y espero que os guste. Yo le tengo mucho cariño.
Aquel sábado por la noche, la zona de bares junto al puerto estaba tan llena como cabría esperar para esas fechas del año.
Como de costumbre, nosotros empezabamos nuestra particular peregrinación por los sitios de copas en busca de diversión. Y como siempre, el punto de partida era el local del hermano de Jaime, donde las copas eran gratis. Jamás podría haber imaginado lo distinta que aquella noche sería.
Después de un rato de buena música y risas entre mis amigos, algo ocurrió. De repente me sentí observado, cosa que no deja de ser normal en un bar de copas, pero esto era distinto. Era como si me estuvieran clavando la mirada en la nuca, así que me giré... y la vi.
No sé porqué, pero me resultó familiar. Estaba seguro de que era la primera vez que la veía, pero no podía evitar la sesación de conocerla, como si hubiera sabido algo acerca de ella toda la vida. Además, siempre fui bueno recordando caras, y esta era inconfundible.
Era un rostro oval, de facciones dulces y perfectas proporciones. Su piel era más bien pálida, pero parecía ser tan tersa como el algodón. Sus ojos eran de un negro profundo, tan profundo que pensé que me precipitaba en ellos, y los rizos de su pelo azabache, que caían grácilmente por sus hombros, me invitaban a permanecer el resto de mis días atrapado en ellos. Y de entre la palidez de su rostro y la oscuridad de su pelo, emergían triunfantes sus labios. Cómo describir aquellos labios, los labios más deliciosamente hermosos y provocadores que nunca vió un ser humano. Para hacerme entender, solo diré que cualquiera daría su último aliento de vida, con tal de besar aquellos labios.
Mientras estaba absorto deleitándome en la visión de esos labios, pude caer en la cuenta de algo. Mientras jugueteaba con el colgante plateado de su cuello, me miraba a mí. De entre todo el local, de entre todos los hombres, de entre todo el grupo que formábamos... me miraba a mí. Y al parecer, ninguno de mis amigos se había fijado en ella, porque de haberla visto alguno se hubiera lanzado como una fiera en busca de su presa.
En mi mente me parecía estar viendo como el guaperas de Jaime se acercaba a ella y le contaba el típico rollo con el que siempre acababa haciendo "una muesca más en su revolver". !Qué tío!. Lo que más rabia me daba es que a él le funcionaba siempre, y yo jamás tuve el coraje suficiente para intentarlo. Pero esta vez no. Esta vez ella me miraba solo a mí. Era como si estuviesemos ella y yo, a solas.
A medida que se acercaba pude comprobar que además de un rostro hermoso, tenía un cuerpo sobrenatural. El vestido, de terciopelo negro, era largo y de tirantes. Era como una segunda piel que realzaba todas y cada una de sus curvas. No parecía caminar, era como si flotase, así que miré a sus pies para cerciorarme de que no era un fantasma. Pues claro que era real, !qué tonteria!
Se detuvo frente a mí. Era tan hermosa.
( Continuará... )
Hoy lo recupero para mi blog, y espero que os guste. Yo le tengo mucho cariño.
Aquel sábado por la noche, la zona de bares junto al puerto estaba tan llena como cabría esperar para esas fechas del año.
Como de costumbre, nosotros empezabamos nuestra particular peregrinación por los sitios de copas en busca de diversión. Y como siempre, el punto de partida era el local del hermano de Jaime, donde las copas eran gratis. Jamás podría haber imaginado lo distinta que aquella noche sería.
Después de un rato de buena música y risas entre mis amigos, algo ocurrió. De repente me sentí observado, cosa que no deja de ser normal en un bar de copas, pero esto era distinto. Era como si me estuvieran clavando la mirada en la nuca, así que me giré... y la vi.
No sé porqué, pero me resultó familiar. Estaba seguro de que era la primera vez que la veía, pero no podía evitar la sesación de conocerla, como si hubiera sabido algo acerca de ella toda la vida. Además, siempre fui bueno recordando caras, y esta era inconfundible.
Era un rostro oval, de facciones dulces y perfectas proporciones. Su piel era más bien pálida, pero parecía ser tan tersa como el algodón. Sus ojos eran de un negro profundo, tan profundo que pensé que me precipitaba en ellos, y los rizos de su pelo azabache, que caían grácilmente por sus hombros, me invitaban a permanecer el resto de mis días atrapado en ellos. Y de entre la palidez de su rostro y la oscuridad de su pelo, emergían triunfantes sus labios. Cómo describir aquellos labios, los labios más deliciosamente hermosos y provocadores que nunca vió un ser humano. Para hacerme entender, solo diré que cualquiera daría su último aliento de vida, con tal de besar aquellos labios.
Mientras estaba absorto deleitándome en la visión de esos labios, pude caer en la cuenta de algo. Mientras jugueteaba con el colgante plateado de su cuello, me miraba a mí. De entre todo el local, de entre todos los hombres, de entre todo el grupo que formábamos... me miraba a mí. Y al parecer, ninguno de mis amigos se había fijado en ella, porque de haberla visto alguno se hubiera lanzado como una fiera en busca de su presa.
En mi mente me parecía estar viendo como el guaperas de Jaime se acercaba a ella y le contaba el típico rollo con el que siempre acababa haciendo "una muesca más en su revolver". !Qué tío!. Lo que más rabia me daba es que a él le funcionaba siempre, y yo jamás tuve el coraje suficiente para intentarlo. Pero esta vez no. Esta vez ella me miraba solo a mí. Era como si estuviesemos ella y yo, a solas.
A medida que se acercaba pude comprobar que además de un rostro hermoso, tenía un cuerpo sobrenatural. El vestido, de terciopelo negro, era largo y de tirantes. Era como una segunda piel que realzaba todas y cada una de sus curvas. No parecía caminar, era como si flotase, así que miré a sus pies para cerciorarme de que no era un fantasma. Pues claro que era real, !qué tonteria!
Se detuvo frente a mí. Era tan hermosa.
( Continuará... )
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.