lunes, mayo 10, 2004
La reserva
- Hola. ¿Su nombre, por favor?
- Stephan Berger.
- Pues lo siento pero no hay ninguna reserva a ése nombre. No está en la lista.
- Eso debe ser un error.
- No Sr. Berger, he repasado la lista y no aparece.
- ¿Es por mi aspecto? ¿Es eso?
- Ése no es el motivo. Ya le he dicho que su nombre no está en la lista. Simplemente eso.
- ¡Pero si me acaban de decir abajo que subiera!
- Es que es lo que hacen siempre. Ellos se quitan el muerto de encima y envían a todo el mundo aquí. Y somos nosotros los que quedamos mal al decir que solo pueden acceder los que estén en nuestra lista.
- ¡Maldita sea!
- Lo que puedo hacer es mirar en el ordenador por si tiene reserva en otro lugar. ¿Quiere que lo haga?
- Si fuera usted tan amable.
- No tardo nada. Berger, Stephan. ¿Correcto?
- Así es.
- Sí, aquí está Sr. Berger. Usted tiene una reserva... en el Infierno.
- Stephan Berger.
- Pues lo siento pero no hay ninguna reserva a ése nombre. No está en la lista.
- Eso debe ser un error.
- No Sr. Berger, he repasado la lista y no aparece.
- ¿Es por mi aspecto? ¿Es eso?
- Ése no es el motivo. Ya le he dicho que su nombre no está en la lista. Simplemente eso.
- ¡Pero si me acaban de decir abajo que subiera!
- Es que es lo que hacen siempre. Ellos se quitan el muerto de encima y envían a todo el mundo aquí. Y somos nosotros los que quedamos mal al decir que solo pueden acceder los que estén en nuestra lista.
- ¡Maldita sea!
- Lo que puedo hacer es mirar en el ordenador por si tiene reserva en otro lugar. ¿Quiere que lo haga?
- Si fuera usted tan amable.
- No tardo nada. Berger, Stephan. ¿Correcto?
- Así es.
- Sí, aquí está Sr. Berger. Usted tiene una reserva... en el Infierno.
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