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viernes, mayo 14, 2004

 

A quien corresponda (2ª parte)

Éste texto está dedicado a vos Milady. Feliz cumpleaños.

El coche se detuvo y ella salió con el pequeño Erik. Le tomó en brazos mientras el Cadillac se alejaba llevándose consigo sus últimos tres años de vida. La puerta de embarque 46 les esperaba.

El avión comenzó a carretear por la pista. Erik miraba con cara de asombro por la ventanilla. Cuando los motores rugieron para acelerar al aparato se asustó y se abrazó a su madre que le calmó susurrándole al oído. En unos minutos el avión alcanzó la altitud de vuelo y ya más tranquilo se dedicó a observar con entusiasmo por la ventana cómo las nubes quedaban bajo él.


Cuando uno tiene la venganza como objetivo ni el cansancio ni el temor son obstáculos. El verdadero problema es apresurarse y cometer un error. Por eso ella no se puso plazos, si había aguantado sus desplantes y sus infidelidades durante más de dos años, por un par de meses más no iba a pasar nada.

La primera vez le siguió tras sospechar de las repentinas reuniones, y descubrió que acababan en la suite 806 del Bristol Hotel. Discusiones, amenazas de divorcio y promesas de cambio. Todo pareció arreglarse, y ella quedó embarazada. A los pocos meses de dar a luz, volvieron los viajes de negocios y las ausencias. Ahora no era la impersonal habitación de un hotel donde se consumaban las traiciones si no en un par de casas de campo a nombre de alguna de las empresas de él. En aquel momento, sola con su hijo en la enorme casa llena de lujos y hueca de felicidad, el suelo parecía moverse bajo sus pies como las olas embravecidas en alta mar y se agarro al cuello de la botella para evitar hundirse. Mal salvavidas.

Pero la mirada llena de vida de su hijo la salvó, y en su mente se gestó otra hija de nombre Venganza. Empezó a interesarse por el estado de sus cuentas. Nunca se había preocupado por saber cómo llegaba el dinero a casa, puesto que ella tenía una asignación mensual de tres mil dólares para sus gastos, pero al husmear en el ordenador portatil de su marido, algunos archivos protegidos despertaron su curiosidad.

Es increible lo que se puede conseguir con un escote generoso, unas poses ensayadas y una voz sugerente. Por ejemplo puedes conseguir que el veinteañero administrador del ciber-café del centro comercial acceda a los archivos restringidos del portatil de tu esposo. Y después de todo no le engañó, no se fue de su casa con las manos vacías... se llevó doscientos dólares.

Poco a poco, cada vez que el ordenador se quedaba en el despacho y no se lo llevaba a una de sus "reuniones", ella buscaba algo digno de ser ocultado. Y entre la agenda telefónica y las fotos de sus putitas encontró lo que buscaba, datos de sus empresas. Contratos, acciones, organigramas, informes y lo mejor de todo, contabilidades.

Y la luz se hizo. Y la risa brotó. Y la venganza se consumaba. ¿Qué pensarían los analistas bursátiles del Financial Times, que nombraron empresario del año a su marido por sus ganancias, si vieran lo que ella estaba viendo?

Un turbulencia la despertó del sueño ligero inducido por el zumbido constante y monótono de los motores. Tras una breve desorientación, pronto recuperó la calma y la sonrisa. Recordó que la noche anterior había reservado los dos billetes de avión hacia Grecia y que las maravillas de la banca on-line hacían que ella y su hijo fueran ahora varios millones de dólares más ricos. Pulsas una tecla y de repente el dinero que estaba en un banco Suizo ahora está tostándose en las Islas Caimán.

De todos modos, para asegurarse de que no estaba en un sueño, introdujo su mano en el bolsillo del pantalón y sacó el recibo de la oficina de Correos. Lo desdobló con cuidado, como si de un códice medieval se tratase, y leyó en susurros la direccíón que recibiría mañana a primera hora el paquete que contenía los discos compactos con la doble contabilidad y las pruebas del blanqueo de dinero de las empresas del Sr. Hudson. En la dirección se leía Departamento del Tesoro, sección de Delitos Fiscales.



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