Desde hace algún tiempo, las únicas curvas que abrazo son las tuyas. Mi compañera en las noches en vela, mi voz cuando mi garganta enmudece, pedazo de árbol que un día soñó con cantar.

De pisar tus cuerdas mis dedos tienen callo y se han hecho duros e insensibles. Algo así me pasa a mí también, me hago más duro cada día a fuerza de que me pisen, y un callo crece dentro de mí, en mi cabeza y en mi corazón.

Ya casi nunca sangra mi pulgar al rasgarte. Igual que le ocurre a mi alma, ya sabe como colocarse para no sufrir con los golpes.

Te afino mientras espero a que alguien me afine a mí, aunque cada día la esperanza mengua un poco. Leves giros en las seis clavijas y todo está en orden otra vez.

Con cada nota de cada cuerda, con cada lágrima de cada historia, con cada acorde de cada traste... me hablas de mí. Quizá algún día hables de mí a los demás, a quienes sepan entenderte, a quienes quieran escucharme, a quienes les importe hacerlo.

Si llegase a olvidar tus sonidos y la atención te pierdo, si mis dedos se suavizan de nuevo y mi alma vuelve a ilusionarse con palabras que no son las tuyas, no dudes en hacerme sangrar de nuevo y recordarme lo que soy.