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lunes, julio 05, 2004

 

Nodrizas (1/2)

La noche era tranquila y despejada, tal y como indicaron las previsones meteorológicas. Una leve brisa circulaba, algo que hubiera podido considerarse agradable salvo porque era portadora de un silencio tenso. Ocultos en un lateral de la carretera, a un par de kilómetros de la ciudad, dos viejos camiones militares aguardaban el momento de ponerse en marcha. Delante de ellos, un jeep con dos ocupantes.

- Este silencio... ¿No te pone los pelos de punta?
- Hay cosas peores, te lo aseguro.
- ¿Crees que saldrá bien, Noah?
- Por supuesto.
- ¿Y si alguien nos ve?
- ¿Pero qué cojones estás diciendo, Ethán? Parece que no supieras todos los detalles de la operación.
- Ya, pero...
- Pero nada -contestó Noah enfadado-. Hace sólo doce minutos que nos han dado permiso para quitarnos las mascaras anti-gas, los aviones fumigaron el producto hace horas y el suministro de agua también fue condimentado.
- Lo sé, lo sé -Ethán contestaba como si le estuvieran explicando la tabla del uno-. Y las frutas, la leche y el pan también, de todo eso se han encargado los infiltrados. Pero algo puede fallar.
- Sí, tu cabeza ahora mismo está fallando.

La radio se encargó de poner fin al debate:

- Atención. A todas las Nodrizas. Luz verde. Corto.

Noah arrancó el jeep y por fin algún sonido quebró aquel silencio forzado. Los dos camiones siguieron al todoterreno que ya enfilaba rumbo a la ciudad.

No tardaron mucho en recorrer los dos kilómetros, y en cuanto llegaron, comenzaron a ver cuerpos aquí y allá tendidos en las aceras. Un anciano estaba tendido boca abajo en mitad de la carretera y tuvieron que esquivarlo.

- Sólo espero que Dios nos perdone por lo que estamos haciendo.
- Lo hará, Ethán. Ahora saca el mapa e indícame.
- Nos corresponde el sector doce -dijo mientras desplegaba un plano de la ciudad y sus alrededores-. En cuanto llegues al siguiente cruce gira a la derecha. Empezaremos ahí.

Noah siguió las indicaciones y detuvo el coche. De los camiones se bajaron un total de doce individuos vestidos con indumentaria militar.

- ¡Grupo Alfa, con Ethán! ¡Grupo Beta, conmigo! ¡Y recordad: sólo los menores de cinco años! -y dicho esto, cada uno de los grupos se introdujo en un edificio-.

Registraron piso por piso, casa por casa. Cuando encontraban un niño, lo tomaban en brazos y lo llevaban hasta el camión donde era acomodado en una litera. La ciudad ahora era un ir y venir de camiones que estaban afanados en la misma labor.

Cuando terminaron de peinar ese edificio, se desplazaron al siguiente, y así durante un par de horas hasta que terminaron de recorrer su sector. Después, y antes de salir de la ciudad, recorrienron todas las calles una vez más, por si había algun niño tirado en la calle que no hubieran visto.

- ¿Cuantos llevamos en total? -preguntó Noah a uno de los hombres-.
- Diecisiete, once niñas y seis niños.
- Bien. Vámonos.

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