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martes, noviembre 02, 2004

 

Strike three

La máquina lanzaba cadenciosamente las bolas sin importarle los cada vez más frecuentes truenos procedentes del negruzco cielo. Unos metros más allá, él las saludaba con un contundente batazo.
La escena parecía coreografiada. Una bola se introducía en el cañón, salía disparada, volaba libre por unos segundos y Fred la golpeaba. Después volvía a armar el brazo elevando el bate y esperaba la llegada de otra víctima.

Poco a poco el suelo de cemento empezó a cubrirse de pequeños lunares oscuros. El cielo había cumplido sus amenazas y estaba lloviendo. Fred podía escuchar el ruído de las gotas impactando contra el suelo y los tejados y también los pasos de la gente que abandonaban las pistas camino de los vestuarios. Pero él seguía concentrado, siguiendo las trayectorias de las bolas, para mover certero el bate.

- Hola -dijo una voz familiar detrás de él-. He llamado a tu casa y no sabían dónde estabas, y tu móvil...
- Está apagado -la interrumpió golpeando con saña la incauta bola que se había acercado hasta él-. ¿Por qué has venido?
- Sabía que estarías aquí. Ella me dijo que venías siempre un par de veces por semana. Para practicar y hacer algo de ejercicio.
- Sí. Además, no sabes lo que relaja poder darle golpes a algo. Pero, eso no ha respondido mi pregunta

La lluvia comenzaba a ganar intensidad. Rose, al otro lado de la valla metálica, abrió un paraguas.

- Sé lo que ha pasado.
- ¿Entonces? ¿Te apetecía hablar con perdedor del combate? ¿O has venido a decirme lo majo y lo encantador que soy y que pronto alguien se dará cuenta?
- No, no he venido a decirte nada de eso.
- Pero lo piensas. Ella lo piensa -y diciendo esto falló la primera bola de la tarde-.
- En realidad he venido porque ella quería asegurarse de que estabas bien.

Al ruido de las gotas cayendo contra el paraguas de Rose se unió el tintineo de la verja metálica al ser impactada por una bola. Fred no se había movido. Bajó el bate y se giró hacia Rose. Las gotas resbalaban por el casco y por su cara mientras que las bolas se iban acumulando a sus pies.

- Yo estoy de puta madre ¿Es que no lo ves? -dijo irónicamente mientras sus ojeras gritaban lo contrario-. ¿Y ella cómo está?
- Jodida, pero ya sabes lo que dicen: lo que no te mata, te hace más fuerte.
- Sí, claro. Estará destrozada...
- Lo creas o no ella tampoco lo está pasando bien.
- Pues que se busque otro amiguito si el de ahora no le satisface.
- Estás siendo injusto.
- ¿Injusto? Injusto es decirme después de dos años que en realidad no está enamorada de mí y que hay otro. No tienes ni idea de lo que he dejado de lado por ella para que ahora me venga con esto.
- Lo sé. Lo sabe.
- ¿Lo sabéis? Entonces es lógico que quiera perderme y que sólo tenga ganas de coger este bate y reventar bolas.
- Claro. Yo sólo venía a comprobar si estabas bien y que no hicieras ninguna tontería.
- Bastante tiempo he hecho ya el tonto. No voy a suicidarme ni nada de eso, así que en ese aspecto dile que puede dormir tranquila. Pero que me deje en paz, que se olvide de mí, que yo no existo.
- Se lo diré.
- Gracias.

Asintió con la cabeza y se despidió de Rose con un gesto de la mano. Se giró y se preparó para recibir otra bola.

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