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viernes, diciembre 24, 2004

 

Un trocito de turrón

He de reconocer que, desde que dejé de ser un inocente niño adiestrado para "creer" y al que los Reyes Magos dejaban juguetes y algún que otro jersey el día 6 de Enero, las navidades no me entusiasman. Según crecía, primero me resultaron indiferentes (aunque los regalos y las vacaciones escolares eran una motivación) para pasar después a resultarme perjudiciales (acentuaban mi sensación de soledad).

Lo malo que tiene hacerse mayor es que ves y te cuestionas cosas que antes no veías ni te preguntabas. Por ejemplo: parece ser que en Navidad hay que ser amable. No importa si el resto del año eres un hijo de puta. Así que es fácil que, si te cruzas con alguien que en Abril giraría la cara para evitar saludarte, por ser Navidad, pare, te de un abrazo y te diga "felices fiestas" y te pregunte por la familia.

Otra cosa llamativa es que, parece ser que en Navidad, hay gente que duerme en la calle y que se alimenta en comedores de beneficencia y albergues. El resto del año es una incógnita, pero estos días hasta salen por la tele.

También resulta que hay personas, generalmente ancianos, que cenan solos en Nochebuena, Navidad y Nochevieja. Como si el resto de cenas y comidas que hacen en solitario el resto del año, no importaran.

Y por supuesto, cuanto más gastes, más feliz serás. De eso no te quepa duda. Debes gastar un pastón en una opípara cena (que llenará el frigorífico de sobras durante días), un pastón en ropa y en una fiesta de Nochevieja (y luego protestarás porque te cobren 5 euros por una copa un sábado cualquiera) y un pastón en regalos (recuerda que cuanto más caro sea el regalo significa que más quieres a la persona a la que se lo regalas).



Pero también reconozco que, a pesar de todo lo expuesto anteriormente, hay una parte de mi (algo debe quedar del niño que fui) a la que le sigue gustando la parte auténticamente buena y pura de la Navidad (a pesar de todo sigo siendo un romántico y creo en el ser humano...). Por eso, cuando por estas fechas amanece uno de esos días fríos de invierno, con el Sol brillando en mitad de un cielo azul despejado, me abrigo bien, salgo de mi casa y cojo el Metro. Me bajo en Sol, que está plagado de gente que va y viene (como siempre...) y desde allí me dirijo paseando hasta la Plaza Mayor, en la que está montado el tradicional mercadillo de Navidad. Recorro los puestos atestados de figuras para el Belén, adornos para el árbol, artículos de broma, caretas, espumillón, luces... Y veo a los niños, nerviosos, agitados, mirándolo todo, tirando de la mano de sus padres para que se acerquen a ver algo que llamó su atención.

Terminado el recorrido entre las casetas, entro en una cafetería que hay en los soportales. No sé cómo se llama porque nunca me acuerdo de mirarlo y sólo suelo ir una vez al año, por estas fechas. Si tengo suerte puedo sentarme en unas mesas con cómodos asientos que dan a los enormes ventanales de la fachada, y me pido un café y puede que hasta incluso un pedazo de tarta de queso con mermelada de frambuesa (depende de cómo esté mi economía). Y allí, con mis manos rodeando la taza de café para que entren en calor y mirando por el ventanal, empiezo a pensar. Pienso en las cosas que han pasado durante el año e imagino cómo será el año próximo. Y también recuerdo a la gente que, por un motivo u otro, sigue en mi memoria. Familia, amigos, conocidos... Puede que a algunos les haya visto el día anterior o les vaya a ver mañana, y puede que a otros no les vaya a ver nunca más. Seguro que hay gente que me olvidó hace mucho tiempo y sin embargo yo les sigo recordando aunque no les llame o les escriba.




Así que, este año, cuando esté sentado tomándome ese café, también pensaré en todos vosotros que habéis pasado por este rinconcito y habéis dedicado unos minutos de vuestra vida a leer lo que escribo.

Y quizá, al salir de la cafetería, puede que me cruce con un niño que va por primera vez a la Plaza Mayor y pueda ver la Navidad en el reflejo de sus ojos.


Ojalá seáis felices, ahora en Navidad y también el resto del año.

Manu

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