domingo, enero 09, 2005
Un segundo como otro cualquiera
Tantas cosas pasaban por su cabeza, tantas imágenes, tantos recuerdos en tan poco tiempo, que era incapaz de concentrarse en alguno de ellos. Su corazón latía rápido, como la primera vez que la vio.
El segundero avanzaba con paso firme, ajeno e indiferente a todo y a todos. Como siempre. En un momento se cambiaría de día, de mes y de año pero, al fin y al cabo, no era más que otro segundo igual que el resto de segundos que llevan pasando desde el principio de todo.
La campana tañía, las bocas se llenaban del fruto de la vid y el segundero completaba el círculo una vez más. Y con la misma seguridad, o el mismo tedio de siempre, atravesó esa frontera invisible que jubila calendarios y araña la tersura de la piel.
Con la boca todavía llena de uvas vio como ella se acercaba. Le besó en los labios y le estrechó fuertemente contra su pecho mientras le susurraba algo al oído.
¿Un segundo como otro cualquiera? No para él. No para ellos.
El segundero avanzaba con paso firme, ajeno e indiferente a todo y a todos. Como siempre. En un momento se cambiaría de día, de mes y de año pero, al fin y al cabo, no era más que otro segundo igual que el resto de segundos que llevan pasando desde el principio de todo.
La campana tañía, las bocas se llenaban del fruto de la vid y el segundero completaba el círculo una vez más. Y con la misma seguridad, o el mismo tedio de siempre, atravesó esa frontera invisible que jubila calendarios y araña la tersura de la piel.
Con la boca todavía llena de uvas vio como ella se acercaba. Le besó en los labios y le estrechó fuertemente contra su pecho mientras le susurraba algo al oído.
¿Un segundo como otro cualquiera? No para él. No para ellos.
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