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miércoles, enero 25, 2006

 

Uno es lo que es

- Por aquí, Comisario - un agente de policía se apresuró a indicarle el camino que rodeaba la casa.
- ¿Cuándo lo encontraron?
- Hará cosa de dos horas. Unos vecinos llamaron porque les parecía raro que el motor del coche estuviera encendido tanto tiempo.

Allí estaba, aparcado en la calle. Un viejo Reanult 5, de esos que apenas quedan, de los que tienen que utilizar aditivos para poder usar gasolina sin plomo, rodeado de gente. Un tipo encorbatado con guantes de látex sacaba fotografías mientras otro buscaba algo en los asientos delanteros. Algunos agentes más se encargaban de espantar a los curiosos.

- ¿Quién fue el primero en llegar? -preguntó el Comisario.
- El Sargento Bernal.
- Dígale que venga.
- Sí, ahora mismo.

El Comisario aprovechó para acercarse algo más al coche. En el asiento trasero estaba el cadaver. Parecía, a simple vista y por el tipo de vestimenta, un tipo joven, entre 25 y 30 años.

- ¿Me llamaba, señor Comisario?
- Si es usted el Sargento...
- Bernal, señor -completó la frase instintivamente.
- Sí. ¿Lo es?
- Sí, señor Comisario.
- Pues en ese caso, sí, le llamaba. ¿Qué ha ocurrido?
- Acudimos a un aviso, una queja de un vecino por ruido, algo rutinario.
- ¿Sobre qué hora? - preguntó el Comisario sin apartar los ojos de la ventanilla trasera del automóvil.
- A las 6:32. Nos acercamos a hablar con el vecino que hizo la llamada, el Sr. López. Nos indicó a mi compañero y a mí de dónde procedían los ruídos y nos acercamos a echar un vistazo. Al llegar vimos el coche. El motor estaba encendido, del tubo de escape salía un tubo que estaba metido por un hueco que había dejado en la ventanilla delantera. El habitáculo estaba lleno del humo del motor. Al abrir el coche vimos el cuerpo.
- ¿Estaba ya muerto?
- Así es.
- Me ha parecido entender que el tubo se metía dentro del coche por un hueco que él mismo había dejado en la ventanilla. Es decir, que es un suicidio.
- Sí.
- ¿Cómo puede estar tan seguro? -se giró por primera vez para mirarle a la cara. El sargento vaciló un instante ante la mirada afilada del Comisario, pero no tardó en responderle.
- El cuerpo no tiene signos visibles de violencia. Además, los de la Brigada Científica han sacado esto -dijo mientras le extendía el brazo-. Son un par de fotografías, posiblemente de sus padres y de él cuando era pequeño, y una nota manuscrita. Pero por supuesto -añadió rápidamente- habrá que esperar los informes del forense y de la Brigada Científica.
- Eso está mejor.

El comisario tomó las fotos y la nota, todo ello embolsado individualmente en plástico transparente. Pasó rápidamente la mirada sobre las fotografías y se detuvo a leer la nota.



Uno es lo que es.
Y no lo que le gustaría ser, como le gustaría ser. Y no hay vuelta atrás.
Uno tiene lo que tiene.
Y quiere lo que no tiene, o lo que tuvo y ya no. Y lo que tiene no es bastante y nunca lo fue, y nunca lo será. Y lo que ansía no está al alcance, y lo accesible no interesa.
Uno hace lo que hace.
Y no lo que los demás esperan que haga, ni tan siquiera lo que uno mismo desearía hacer.

Quizá es hora de madurar.
Quizá sea hora de tener hipoteca.
Quizá sea hora de afrontar, de asumir, de aceptar, de rendirse a lo evidente.
Quizá sea hora de la pelea cuerpo a cuerpo con la realidad, a sabiendas de que ella siempre gana por fuera de combate.

Soy lo que soy. Y no es suficiente.


- Está bien, Bernal. Eso es todo. -dijo sin levantar la mirada del papel. Mientras el sargento se giraba, alguien palmeó en la espalda al Comisario.
- A ver, Antonio. ¿Qué tenemos? -preguntó el juez
- Pues tú tienes a alguien que probablemente fuera un infeliz y un desgraciado ahí sentado -dijo señalando al cadaver- y yo tengo que visitar a una familia asombrada y una larga mañana de frases como"es imposible", "pero si era un encanto", "era un amigo genial", etc, etc...
- Pues nada, macho. Que te sea leve. ¿Nos vemos a la hora de comer?
- Sí, supongo. Hasta luego.
-Adiós.

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