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domingo, noviembre 28, 2004

 

¿De Madrid? El cielo

Mírala. Ahí está. Como cada mañana, con El País bajo el brazo y enroscada en una bufanda infinita. Con miel en la mirada y su andar certeramente inseguro.

Últimamente parece algo triste. Puede que alguna vez sus lágrimas apaguen las llamas, pero una sola risa basta para avivar las ascuas. Y de entre el fuego reanimado vuelve a erguirse. Siempre lo hace.

Mírala. Aquí viene, mirando al cielo. Le gusta el cielo de Madrid.




Ya dobla la esquina, y sonrie. Quizá el viento del Norte le trajo el abrazo de un amigo. O el teléfono sonó y una voz cálida alegró su mañana. Igual ya decidió dónde pasar el puente de diciembre. El caso es que sonríe.

Y ojalá que siempre sonría.

Feliz cumpleaños G.

viernes, noviembre 26, 2004

 

Ya lo sé...

Sí. Ya sé que no escribo mucho, pero qué le vamos a hacer. Cuando no salen los textos, no salen.

Últimamente estoy demasiado feliz, supongo que será eso lo que me impide escribir, o quizá (y esta teoría será la que más guste a Berk) es que soy un vago y no me pongo delante del ordenador a trabajar.

En cualquier caso, aprovecho para comentaros que, a partir del próximo día 3 de Diciembre, en la Casa de la Cultura de San Juan de Alicante (Alicante) el señor que amablemente me cedió la foto que encabeza mi blog, Diego J. Escolano, junto con un par de pintores amigos suyos, expondrán una muestra de fotografías del primero y de cuadros inspirados en esas fotografias realizados por los segundos.


Una muestra de lo que podéis ver en http://maeseweb.fotopages.com/


Animo a aquellos a los que el envento les pille cerca a que se pasen a verlo, y a todos en general, a que os acerquéis a su página donde podréis ver sus magníficas fotografías.

Buen fin de semana para todos.


miércoles, noviembre 17, 2004

 

Escalofrío

Las hojas de los castaños de Indias susurran tu nombre al viento que mece sus hojas y los gorriones sobrevuelan mi cabeza buscándote. Te echan de menos.

Los últimos rosales de la rosaleda se van quedando dormidos con el recuerdo de tus ojos, tan verdes como sus tallos, tan hermosos como sus rosas. Te echan de menos.

El pino centenario arropa con su sombra al viejo banco de madera sobre el que nuestras siluetas se hicieron una sola y el ángel que una vez fue el más bello sigue cayendo sin que nadie pueda impedirlo. Te echan de menos.

Frente al estanque guiñoles y golosinas iluminan los rostros de los niños, como el recuerdo de tu piel ilumina el mío. Una guitarra dispara precisa sus acordes y una voz canta dulce en catalán algo que no entiendo pero que me hace sonreir. Te echan de menos.

En el lago los patos dan esquinazo a las barcas que navegan con rumbos indecisos. Cada una porta una historia que se labra a golpe de remo. En una de ellas un pequeño lanza palomitas al agua con la esperanza de que algún barbo salga a comérselas y se deje ver. En otra cuatro grumetes de agua dulce persiguen a otras tantas chicas que ríen alborotadas. En el centro del lago, estática, otra barca es testigo de los besos de dos enamorados.

Me despido de Alfonso XII, meto mis solitarias manos en los bolsillos y bajo por las escaleras donde me besaste. Cruzo el puente de madera y salgo de nuevo a la avenida. Me dirijo hacia la salida y mientras camino por la pendiente que conduce hasta la puerta de hierro forjado siento un escalofrío. Podría decir que provocado por el frío, pero lo cierto es que lo provocó el no tenerte a mi lado.

Te echo de menos.





sábado, noviembre 13, 2004

 

Veredicto

- No lo entiendo -decía mientras negaba con la cabeza insistentemente-. Perdóname pero no lo entiendo.
- No te pido que lo entiendas.
- Pero ¿por qué declararte culpable? ¿Acaso lo hiciste?
- Ya te he dicho que no -respondió reclinándose en la silla barata que, como las otras cinco, estaba colocada alrededor de una mesa redonda que imitaba con poca fortuna a la madera.
- ¿Entonces?
- Es más fácil así. El resultado será el mismo y todo el mundo estará contento. Un hijo de puta menos.
- No lo consentiré. Soy tu abogado y no voy a consentir que te cargues las culpas -y mientras decía esto caminaba de un lado para otro de la habitación.
- Te despediré. Otra cosa no, pero abogados hay de sobra.

El abogado se aflojó el nudo de la corbata. Busco la cajetilla de tabaco en sus bolsillos y se encendió un pitillo.

- ¿Por qué no quieres que se destape la verdad? Podemos conseguir la absolución. Estoy convencido.
- ¿Verdad? ¿Qué verdad? -dijo con una sonrisa socarrona en los labios-. La verdad es cuestión de opiniones, en concreto la de los miembros del jurado. Esa es la única verdad que importa.
- ¿Y tu verdad?
- Mi verdad no importa nada.
- Así que cuando el juez pregunte cómo se declara el acusado, quieres que diga culpable.
- Eso es.
- Te estás enterrando tú mismo. No sé como has podido tomar esa decisión.
- Tomar decisiones es muy fácil. Lo jodido es tener que vivir el resto de tu vida con ellas sobre tu conciencia. Esta no me pesará, te lo aseguro.

El abogado aplastó lo que quedaba del cigarrillo en el cenicero y volvió a recomponer el nudo de su corbata. Guardó su pluma y el bloc de notas en el maletín, lo cerró y respiró hondo.

- Vamos allá. Con un poco de suerte evitaremos la cadena perpetua -cogió el maletín y caminó hasta la puerta. Golpeó con los nudillos un par de veces y esperó a que un agente de policía abriera.
- Presiento que hoy es mi día de suerte -dijo levantándose de la silla. Se reunió con el abogado que le esperaba en la puerta y ambos tomaron el pasillo camino de la sala del tribunal.




martes, noviembre 09, 2004

 

Piel y huesos

Cuando tus dedos se trencen de nuevo con los míos mis manos volverán a ser tal cosa. Mientras tanto sólo son piel y huesos.



jueves, noviembre 04, 2004

 

No soporto...

...a los que escupen en la calle, a los que fuman en lugares donde está prohibido hacerlo, a los que no entienden que decir no significa que no, a los que se cuelan sin pagar en el transporte colectivo (que no público) y a los que consienten que eso ocurra, a los políticos que sólo nos escuchan quince días antes de las elecciones y después hacen lo que les da la gana, a los que no recogen los excrementos de sus perros, a los babosos de los bares de copas, a los que abusan de una posición favorable, a los lameculos, a los que putean a los conductores novatos... Y así podía seguir durante horas.

P.D. Por cierto, tampoco soporto a los que se empeñan en negar que, en español se emplea el masculino plural cuando se pretende englobar a los dos sexos.


martes, noviembre 02, 2004

 

Strike three

La máquina lanzaba cadenciosamente las bolas sin importarle los cada vez más frecuentes truenos procedentes del negruzco cielo. Unos metros más allá, él las saludaba con un contundente batazo.
La escena parecía coreografiada. Una bola se introducía en el cañón, salía disparada, volaba libre por unos segundos y Fred la golpeaba. Después volvía a armar el brazo elevando el bate y esperaba la llegada de otra víctima.

Poco a poco el suelo de cemento empezó a cubrirse de pequeños lunares oscuros. El cielo había cumplido sus amenazas y estaba lloviendo. Fred podía escuchar el ruído de las gotas impactando contra el suelo y los tejados y también los pasos de la gente que abandonaban las pistas camino de los vestuarios. Pero él seguía concentrado, siguiendo las trayectorias de las bolas, para mover certero el bate.

- Hola -dijo una voz familiar detrás de él-. He llamado a tu casa y no sabían dónde estabas, y tu móvil...
- Está apagado -la interrumpió golpeando con saña la incauta bola que se había acercado hasta él-. ¿Por qué has venido?
- Sabía que estarías aquí. Ella me dijo que venías siempre un par de veces por semana. Para practicar y hacer algo de ejercicio.
- Sí. Además, no sabes lo que relaja poder darle golpes a algo. Pero, eso no ha respondido mi pregunta

La lluvia comenzaba a ganar intensidad. Rose, al otro lado de la valla metálica, abrió un paraguas.

- Sé lo que ha pasado.
- ¿Entonces? ¿Te apetecía hablar con perdedor del combate? ¿O has venido a decirme lo majo y lo encantador que soy y que pronto alguien se dará cuenta?
- No, no he venido a decirte nada de eso.
- Pero lo piensas. Ella lo piensa -y diciendo esto falló la primera bola de la tarde-.
- En realidad he venido porque ella quería asegurarse de que estabas bien.

Al ruido de las gotas cayendo contra el paraguas de Rose se unió el tintineo de la verja metálica al ser impactada por una bola. Fred no se había movido. Bajó el bate y se giró hacia Rose. Las gotas resbalaban por el casco y por su cara mientras que las bolas se iban acumulando a sus pies.

- Yo estoy de puta madre ¿Es que no lo ves? -dijo irónicamente mientras sus ojeras gritaban lo contrario-. ¿Y ella cómo está?
- Jodida, pero ya sabes lo que dicen: lo que no te mata, te hace más fuerte.
- Sí, claro. Estará destrozada...
- Lo creas o no ella tampoco lo está pasando bien.
- Pues que se busque otro amiguito si el de ahora no le satisface.
- Estás siendo injusto.
- ¿Injusto? Injusto es decirme después de dos años que en realidad no está enamorada de mí y que hay otro. No tienes ni idea de lo que he dejado de lado por ella para que ahora me venga con esto.
- Lo sé. Lo sabe.
- ¿Lo sabéis? Entonces es lógico que quiera perderme y que sólo tenga ganas de coger este bate y reventar bolas.
- Claro. Yo sólo venía a comprobar si estabas bien y que no hicieras ninguna tontería.
- Bastante tiempo he hecho ya el tonto. No voy a suicidarme ni nada de eso, así que en ese aspecto dile que puede dormir tranquila. Pero que me deje en paz, que se olvide de mí, que yo no existo.
- Se lo diré.
- Gracias.

Asintió con la cabeza y se despidió de Rose con un gesto de la mano. Se giró y se preparó para recibir otra bola.

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